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Cómo seleccionar las inversiones

Hablar de asset allocation necesariamente implica detenerse en el ciclo de vida.

Vamos a entrar en harina. Inauguramos con el artículo de esta semana una serie destinada a hablar de la diversificación de la inversión o asset allocation, como se conoce más comúnmente. Como dice D. Darst, los activos son nuestros jugadores para ganar el partido. Ni podemos alinear once porteros, ni once delanteros centro. Tampoco podemos hacer nuestra alineación sin saber de qué juega cada uno o que estrategia es la que más nos conviene según nuestras circunstancias.

En una antigua entrega de esta sección de inversión, ya se analizó brevemente la clasificación que Peter Lynch ofrece en su obra Un paso por delante de la bolsa con los tipos de empresas que encajan mejor, bien con los distintos perfiles inversores, bien con la diversificación en la cartera de acciones que desee un mismo inversor.

Ahora nos proponemos abordar esta cuestión de manera más amplia y sistemática. Más amplia en tanto que se pondrá el foco de atención en estudiar:

  • Las necesidades vitales que, de manera más o menos universal, llevan a los seres humanos a tener necesidades de recursos e inversión desiguales a lo largo de su vida. Estas necesidades pueden resumirse sin ánimo de ser exhaustivos en formación –que queda fuera de nuestro espectro–, crecimiento patrimonial, liquidez para desembolsos necesarios, rentas pasivas para completar o sustituir (en caso de retiro) las rentas del trabajo y conservación del capital.
  • Los distintos perfiles inversores marcados por la aversión al riesgo y la volatilidad normalmente condicionados por la edad, la procedencia del patrimonio y el temperamento individual
  • La gama de activos en que se puede invertir de acuerdo con dónde cada uno de nosotros encaje dentro de los dos rubros anteriores.

Acaba de emerger la palabra "activo" sin un adjetivo que lo califique. Y no es casualidad, pues no nos detendremos sólo en activos propios de los mercados de capitales (como las acciones), ni siquiera sólo en los financieros, sino en activos en el sentido más amplio posible. Se entienden éstos como el valor de mercado de aquellos instrumentos empleados para obtener lucro monetario. Son bienes que tienen un valor (o precio) en sí mismo, pero que son capaces de generar rentas, beneficios o incrementos patrimoniales cuando están insertos en algún proyecto empresarial. Por eso también se denominan "inversiones" en contraposición con los "gastos". Aquellos bienes que se adquieren como "gasto" tienen un precio, también son necesarios dentro del proceso empresarial, pero mientras se consumen no son capaces de capitalizarse para generar rentas. Sería el caso de un jabón de manos en un lavabo de una empresa (gasto). Como inversión, por el contrario, podría pensarse en un ordenador que tiene el potencial de generar más beneficios por mayor productividad del usuario o un local comercial (que genera rentas por alquiler al arrendador).

La dicotomía gasto-inversión también puede extenderse al ámbito personal o familiar. Es más, en los modelos macroeconómicos son las familias las que nutren al sector empresarial de recursos como fuente de inversión. Aunque son muchas veces las propias empresas las que realizan esta dignísima labor de financiación, el hecho es que las personas, individualmente o como unidad familiar, obtenemos también ingresos de distintas fuentes y aplicamos éstos en distintos objetivos:

  • Del lado de los orígenes de fondos, trabajamos por un sueldo, obtenemos rentas pasivas (con origen en inversiones que generen rendimientos) y/o nos endeudamos para obtener aún más recursos con los que comprar.
  • Por el lado del empleo de esos recursos, los consumimos (o gastamos), ahorramos e invertimos también.

En su segundo libro Cashflow, el cuadrante del flujo del dinero, el algo heteredoxo, aunque interesante asesor financiero Robert Kiyosaki, clasifica hasta cuatro "tipos ideales" de personas según su fuente predominante de ingresos: empleado, autónomo, empresario e inversor. Para él, el tipo más peligroso en el que situarse es el ser únicamente empleado, debido a la frágil seguridad de un sueldo estable: se depende demasiado de un único empleador y de la coyuntura.

La cultura financiera en España es calamitosa y explica una parte de los males que hemos padecido los últimos años. Por supuesto que todas estas cuestiones están además muy intrincadas con el horizonte temporal de las personas. Lo que mejor refleja las distintas posturas frente a la relación entre consumo presente y futuro (e incrementado) lo ofrece la parábola de la cigarra y de la hormiga. Guardar hoy, no disfrutarlo ya, invertirlo, enfrentarse a la incertidumbre, formarse en cultura financiera y esperar a que mañana tengamos ese patrimonio aumentado que nos permita lograr la autonomía financiera parece ser algo no apto para todos los estómagos. Conste que para la gente muy perspicaz empresarialmente, ese mañana puede ser de un plazo relativamente corto, pero siempre habrá de haber renuncia y trabajo. Ya sea por impaciencia, inmadurez o miedo a lo que pueda ocurrir a lo largo de ese proceso, multitud de personas no quieren ni oír hablar de estas cuestiones. La recompensa, de salir bien, es alta. El esfuerzo, sobre todo, por tener que ir en no pocas ocasiones contracorriente, también.

Hablar de asset allocation necesariamente implica detenerse en el ciclo de vida.

Todos tenemos claro que los niños y los adolescentes trabajan principalmente en formar su capital humano: transforman energías y gastos en formación y saber hacer, para generar rentas del trabajo o empresariales al alcanzar la mayoría de edad.

Ahora bien, una vez alcanzado esa edad adulta, poca conciencia existe de la necesidad de ir convirtiendo parte de las rentas del trabajo en capital financiero. Sólo así se irá constituyendo un patrimonio creciente con el que ir completando primero y sustituyendo después la renta generada cuando tenemos más vitalidad. En el peor de los casos, no pasaremos estrecheces en nuestra vejez, en el mejor podremos retirarnos pronto y alcanzar los sueños que la completa independencia financiera nos facilita.

Desgraciadamente, no podemos esperar que todos los chicos de 18 años tengan las mismas ganas de forjar un patrimonio a base de disciplina financiera que alguien de 35 o más años. El segundo pensará a largo plazo en su retiro, el de su familia y en proporcionar un patrimonio a sus hijos y, en el ínterin, en buscar buenos colegios o un buen entorno en el que desarrollarse.

De todo esto nos habla el ciclo de vida por el que atraviesan las personas a lo largo de su existencia, conforme pasan de estado civil o alcanzan años. Las necesidades financieras mutan con el tiempo.

De ahí, y sirva como resumen de este primer artículo, que debamos tener muy presentes quiénes somos y a qué estamos dispuestos a renunciar hoy para obtener de más mañana. En los próximos artículos, haremos una clasificación de los distintos perfiles existentes y qué tipo de activos encajan mejor para cada perfil. 

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