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¿Merece la pena invertir en oro?

Invertir en oro es lo más parecido a suscribir un seguro para tiempos de crisis.

La onza de oro parece consolidarse por encima de la cota de los 1.500 dólares. Tal nivel significa su precio nominal más alto en la historia y una apreciación del 475% desde que inició su carrera alcista partiendo de los 260 dólares hace ya más de once años. Parece un buen momento para reflexionar un poco sobre la historia del oro y sus virtudes como inversión.

Al ser un metal incorruptible, el stock mundial de oro actual viene a coincidir con el total extraído por el hombre desde el inicio de los tiempos, quitando algunas pérdidas menores en naufragios, enterramientos y similares. Tan alta proporción entre dicho stock respecto de las extracciones mineras anuales hacen que su cantidad total difícilmente pueda crecer por encima del 5% anual, con lo que una sobreabundancia está prácticamente descartada.

Entre sus virtudes, el oro tiene la de no ser pasivo de nadie. El oro no necesita de la integridad de nadie para ser reembolsado y no depende de la reputación de nadie para determinar su valor. El oro es demandado por sí mismo. Eso es lo que le convierte en el activo ideal en tiempos de incertidumbre. No digamos ya de guerra, cuando los gobiernos ponen a funcionar a todo tren sus máquinas de imprimir papel moneda y el entorno para el desarrollo de la actividad económica se hace especialmente difícil.

Y es que el oro no es una materia prima más, sino el dinero natural en prácticamente cada civilización durante más de 8.000 años. En realidad, el papel monetario "oficial" del oro depende del sistema político. Si su curso es legal, tenderá a convertirse en el dinero oficial. En cambio, si es ilegal por la imposición del papel moneda como dinero de curso forzoso, el papel del oro pasa a ser el de refugio frente a la depreciación monetaria y, eventualmente, el de medio de cambio en la economía sumergida.

Pese a toda la propaganda puesta en marcha en su contra por casi todos los gobiernos del mundo, el hecho es que, bajo un régimen monetario de dinero fiduciario, son precisamente los Estados, a través de sus bancos centrales, los principales poseedores de reservas de metal amarillo como refugio de valor. Siguen siendo muy conscientes de que de ocurrir una gran guerra este dinero sería aceptado de modo preferente y también que en caso de una grave crisis monetaria internacional sólo en torno a él sería posible una reconstrucción.

Existe un proverbio en Wall Street que dice que "cuando vuelva a ser necesario invertir en oro, su posesión estará prohibida". Como argumenta Benjamin Anderson, el papel moneda acaba siendo imposible de estabilizar. Está al albur de la evolución de las cuentas públicas, las políticas monetarias o la evolución geopolítica. Buena cuenta de ello lo dan los recurrentes ciclos económicos que padecemos a consecuencia de las carencias del sistema monetario y financiero. Fases de inflación y auge de ciertos sectores, a las que siguen otras de deflación y recesión económica generan alteraciones en el valor de la moneda muy acentuadas.

El oro es el principal competidor de la deuda pública de los gobiernos como activo de reserva –el respaldo de los billetes en circulación– de los bancos centrales emisores. Paradójicamente, los bancos centrales cada vez tienen menos porcentaje de todo el oro del mundo. El porqué lo encontramos en que a veces se deshacen de este activo –por ejemplo, el propio Banco de España lo hizo en pleno boom porque eran "más rentables" otros activos financieros recalentados– y compran sólo pequeños porcentajes de todo el oro que se va extrayendo cada año.

Que cada vez haya menos oro en las arcas de los bancos y más deuda de dudosa calidad –difícil no es que nos venga a la mente el BCE– respaldando billetes y depósitos en épocas de gran incertidumbre económica, ¿qué efecto tendrá de nuevo sobre el valor del papel moneda? Un "sálvese quien pueda" sería lo que mejor describiría este panorama. Efectivamente, los más espabilados y con más capitales tratarán de transformar ese papel moneda en algo que conserve su valor en el tiempo mejor o que incluso le proporcione grandes réditos económicos. El oro, el petróleo, otras commodities, los pisos (si están ajustados los precios o incluso atractivos), la bolsa (si no se teme un colapso del sistema productivo) son algunos ejemplos. De ahí que los precios de esos bienes vuelvan a subir y se desaten procesos inflacionarios.

Esto explica las conclusiones que Jastram expuso en su libro The Golden constant (1977). A largo plazo, el valor del oro es muy estable. Sin embargo, a corto plazo es mucho más volátil, especialmente cuando se suspende la convertibilidad del papel moneda (como ocurre actualmente). El 475% de revalorización en 11 años da fe de ello. El valor del oro pasa a depender de la confianza en el emisor de papel moneda y ésta durante las crisis se halla muy tocada.

Invertir en oro

Ahora bien, sería un grave error deducir de todo ello que el oro es la mejor de las inversiones en todo tiempo y lugar. Por lo visto, el oro es más una defensa que una inversión. Más estable que generador de plusvalías. Una de las ventajas del sistema capitalista es que canaliza como ningún otro el ahorro hacia la inversión productiva a través de los mercados de capitales y en especial de la bolsa, permitiendo al mismo tiempo que los poseedores de los activos vayan viendo crecer sus inversiones conforme avanza toda la economía. No olvidemos tampoco que asimismo es posible la inversión en inmuebles y el cobro de alquileres y rentas a través de los mismos. Aquí los riesgos inherentes van más por el lado de una ley de control de alquileres o confiscaciones y ocupaciones en casos de inflaciones galopantes o desórdenes políticos.

Todo lo anterior nos lleva a las siguientes conclusiones:

  • Invertir en oro es lo más parecido a suscribir un seguro para tiempos de crisis.
  • Su coste implícito es renunciar al crecimiento del sistema económico en tiempos normales o de bonanza.
  • El único país que históricamente no ha realizado confiscaciones de oro o ha puesto trabas a su tenencia ha sido Suiza. Suiza también ha sido uno de los escasos países que no se ha visto implicado en una guerra en varios siglos. No es de extrañar, por tanto, que sea éste el lugar preferido para guardar las monedas o lingotes correspondientes.
  • Sobre cuánto invertir, una cifra orientativa suele ser del entorno del 5% al 10% del total del patrimonio siempre que otras necesidades como la vivienda, el colchón para imprevistos o unas rentas pasivas suficientes hayan sido aseguradas.

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