Normalmente, cuando se habla de las consecuencias y los costes de las acciones y amenazas de una organización terrorista, se piensa en los muertos y heridos que provocan sus atentados. Sin embargo, también la economía de los lugares donde actúan sufre. En España, por ejemplo, son numerosos los empresarios que han tenido que abandonar el País Vasco ante la extorsión de ETA, con el consiguiente coste para su región.
Evidentemente, también los actos de Al Qaeda y Osama Ben Laden han tenido un fuerte coste para la economía. Y como se trata, quizás, de la primera organización terrorista global prácticamente no hay ningún lugar del planeta que no haya experimentado un recorte en su crecimiento gracias a sus ataques. El coste total es difícil de medir, pero posiblemente estemos hablando de varios puntos del PIB mundial. Además, el efecto dominó que desataron los ataques a las Torres Gemelas de Nueva York todavía se siente y son muchos los que culpan a la reacción de los bancos centrales a aquel acto de la actual recesión.
El coste de la guerra
El daño más directo del 11-S a la economía es el derivado de las dos guerras que surgieron de aquel ataque. Según un informe del Congreso estadounidense, el coste total para el presupuesto del Gobierno Federal ha alcanzado casi los 1,3 billones de dólares (unos 862.000 millones de euros) en estos 10 años. Es una cantidad casi equivalente al PIB español, que ronda el billón de euros. Esto quiere decir que las administraciones de George W. Bush y Barack Obama se han gastado casi lo mismo en operaciones militares directamente relacionadas con el 11-S que la riqueza que genera toda España en un año.
Dividiendo esta cantidad entre las diferentes partidas, el informe de Amy Belasco para la Cámara Baja de EEUU señala que la Operación Libertad Duradera (la guerra de Afganistán) ha costado unos 444.000 millones de dólares. De hecho, el documento advierte de que los últimos meses con el incremento de las ofensivas de los aliados, se ha encarecido la presencia de las tropas norteamericanas, pasándose de 4.400 millones de dólares al mes en 2009 a 6.700 millones en 2010.
Por su parte, la Operación Libertad para Irak ha costado 806.000 millones de dólares, y eso que desde hace unos meses las operaciones militares en el país se han reducido, lo que ha permitido rebajar el coste de 7.900 millones al mes a 6.200 millones.
Además, el informe del Congreso recuerda que el reforzamiento de las medidas de seguridad en las bases norteamericanas en el exterior ha supuesto 29.000 millones de dólares y que los costes de seguros médicos y atenciones hospitalarias a los ex combatientes podrían llegar a los 13.000 millones de dólares. De esta manera, las operaciones estrictamente militares sumarían un 94% del coste, la ayuda externa y los programa diplomáticos se llevarían un 5% y el coste médico se llevaría un 1% del total.
Lo que no se ve
En lo descrito hasta aquí estaría incluido sólo el coste más evidente del 11-S. Sin embargo, aquel atentado terrorista también desató una serie de acontecimientos que han tenido efectos duraderos, y seguramente más graves, para la economía mundial. Son costes que no se ven, pero que sí se sienten en el crecimiento global.
La recesión de 2001: El PIB mundial cayó en 2001 en un 0,6%, en el que fue su peor momento desde la crisis de la década de los setenta. De hecho, a la economía global le costó recuperarse y al año siguiente apenas alcanzó el 2,90%. No sólo los ataques influyeron en esto, puesto que meses antes se había producido la explosión de la burbuja de las .com, pero el 11-S dio el golpe de gracia a una economía tambaleante.
El 11-S y la Gran Recesión: Seguramente ni el mismo Ben Laden lo esperaba cuando organizó aquellos ataques, pero la caída del World Trade Center desató una serie de acontecimientos que muchos economistas creen que están detrás de la actual recesión, la más grave que ha afectado a Europa y EEUU desde la Segunda Guerra Mundial. Los banqueros centrales, atemorizados por la leve contracción que siguió al 11-S y el comienzo de la Guerra en Afganistán, dieron comienzo a una política monetaria muy laxa, de crédito barato y dinero fácil, que sobrecalentó los mercados (especialmente el de vivienda en EEUU, Reino Unido o España) y que cinco años después, en 2007, desembocó en la mayor crisis financiera que se recuerda. Quizás nadie asocie a Ben Laden y las subprime, pero tienen mucho más en común de lo que se piensa.
Petróleo: Casi todas las materias primas ha sufrido fuertes incrementos de precios en la última década, pero sin duda el petróleo se ha llevado la palma. El incremento de la demanda en China y el crecimiento de otras economías como la brasileña o la india han presionado al alza los precios del crudo. Pero las guerras en Irak y Afganistán y la inestabilidad de la región que produce la mayor cantidad del petróleo del mundo, también han ayudado lo suyo. A comienzos del año 2000, el barril de Brent estaba por debajo de los 30 dólares; en septiembre de 2001 el coste era similar; en estos momentos, su precio ronda los 125 dólares.
Bolsas: Tampoco los mercados han salido indemnes del terrorismo islamista. De nuevo, es difícil calcular la repercusión exacta de los ataques en los índices bursátiles, pero la última década ha sido la peor para las bolsas de todo el mundo desde el final de la Segunda Guerra Mundial. El Dow Jones apenas ha pasado de los 10.000 puntos en los que se movía en septiembre de 2001 a los 12.800 de esta semana.
Seguridad y confianza: Quizás el coste más difícil de medir sea el más duradero y el más importante. Los ataques del 11-S hicieron que la sociedad occidental se sintiera más insegura. Se incrementaron las medidas de seguridad en los desplazamientos, en las aduanas, en los movimientos de capitales, etc. Aumentaron los problemas a la inmigración y al comercio internacional. Se hizo más caro y más complicado viajar y vender. Para muchos, esto sólo tiene un reflejo en las interminables colas que se forman en los arcos de seguridad de los aeropuertos de todo el mundo.
Pero si hay algo que asusta al dinero es el riesgo y la incertidumbre. Hacer viajes de negocios es más caro y más complicado desde el 11-S. ¿Cuántos contratos se habrán perdido por esta causa? ¿Cuántas reuniones se habrán suspendido por no poder conseguir un visado? ¿Cuántos intercambios se habrán venido abajo por no tener una de las partes todos los papeles en regla? Es imposible decirlo, pero en el haber de Osama Ben Laden está un daño a la economía occidental mucho mayor del que seguramente nunca imaginó. Quizás esto pueda empezar a cambiar, poco a poco, a partir de hoy.