Uno de los fenómenos más sorprendentes de los últimos meses es el descomunal éxito de Indignaos, el pequeño manifiesto escrito por el nonagenario ex diplomático galo Stéphane Hessel. En Francia, va camino de los dos millones de libros vendidos y en España ya supera ampliamente los 200.000 ejemplares y fue el ensayo más regalado en el último Sant Jordi.
El panfleto, como lo llama la propia editorial, es en realidad un artículo largo, de apenas una docena de folios, que algún avispado ha decidido publicar encuadernado para sacarse unas perrillas; eso sí, con letra bien grande, para que abulte más y disimular un poco (por cierto, esto es un ejemplo de libro de visión empresarial en una sociedad capitalista, pero no se ha escuchado ninguna queja al respecto por parte del propio autor).
Lo raro no es sólo que alguien vaya a una librería y pague cinco euros por un texto que podría imprimir, grapar, leer y olvidar en cinco minutos en su propia casa. Lo verdaderamente notable es que una retahíla tan grande de lugares comunes, vaguedades y falsedades como las que desgrana Hessel se haya convertido en el texto de cabecera de la nueva izquierda europea. Llevamos tiempo escuchando, desde sus propios altavoces mediáticos, que al socialismo le faltan referentes. Si Indignaos es lo único a lo que se pueden agarrar, definitivamente tienen un grave problema.
Sin embargo, la levedad intelectual del artículo de Hessel no le quita ni un ápice de peligro. La bonachona cara del autor, sus 93 años, su voz temblorosa pero firme, su pasado como miembro de la resistencia y su papel en la redacción de la Declaración Universal de los Derechos Humanos le convierten en el héroe perfecto que tanto tiempo llevaban esperando. Porque detrás de esa tranquila apariencia se esconde la sempiterna retórica intervencionista, liberticida y filocomunista que tanto gusta a la izquierda europea de ayer y de hoy.
Por eso, en los últimos días menudean los reportajes, entrevistas y artículos sobre lo necesario que era su grito en una sociedad acomodada como la actual. En todos ellos, se mezclan críticas al capitalismo (¡por extender la pobreza!) con apelaciones al pasado idílico en el que supuestamente vivió Europa tras la Segunda Guerra Mundial, y todo ello mezclado con defensas del más rancio intervencionismo estatal y unas gotas del imprescindible antisemitismo.
Hasta aquí no habría más problema que el que se deriva de un nuevo ataque a la libertad (especialmente económica, pero no sólo) por parte de la izquierda europea. De nuevo, habría que recordar que no sólo el capitalismo ha sido el motor del mayor crecimiento económico que haya experimentado nunca la humanidad, sino que han sido los países que con más ganas se han incorporado a la globalización los que con más rapidez están saliendo de una miseria que parecía eterna.
Sin embargo, la pereza que normalmente produce responder a los manidos argumentos socialistas se convierte en indignación (quizás sí hay algo que aprender de Hessel) cuando te lo tratan de colar en tu casa y con tu propio dinero. El pasado sábado 2 de abril, Informe Semanal conseguía 1,6 millones de espectadores y un 10% de cuota de pantalla con un programa en el que se incluía un publirreportaje de 15 minutos sobre la obra. Y no era un simple documento que reflejase de forma objetiva el inesperado éxito del librillo. Era una cuidada obra de propaganda que, en más tiempo del que lleva leer el texto de Hessel, atacaba al capitalismo y a la libertad, y ofrecía "las antiguas ideas del progreso" contra "las injusticias de un mundo dominado por los poderes económicos".
Así, Vicente Romero, narrador y autor del reportaje, celebra a Hessel por oponerse a "un orden económico mundial que ha producido mil millones de hambrientos". Eso sí, no se hace ninguna pregunta sobre cuántos millones de hambrientos había hace cien años en Europa, o hace tres décadas en los países del Este de Europa o en Cuba y Corea del Norte en estos instantes.
Romero tampoco se corta en mezclar imágenes de unos corredores en las bolsas occidentales con las de unos niños africanos hambrientos, mientras denuncia "el vergonzoso contraste entre la especulación financiera y las situaciones de miseria extrema; resulta imposible contener la indignación ante unas imágenes dolorosas que evidencian una injusticia radical". Mientras se suceden las instantáneas de manifestaciones de las últimas huelgas en Francia, se apela a la lucha contra la pobreza; pero nadie se hace preguntas sobre las subvenciones a las industrias europeas, el cierre de mercados a las importaciones del tercer mundo o el poder de las grandes centrales sindicales occidentales en las negociaciones comerciales agrícolas.
Afortunadamente, Hessel tiene un referente y se lo comunica al periodista en una reveladora afirmación: "En nuestra juventud el enemigo estaba claro, era Hitler, era Mussolini, era Franco... [por cierto, a Stalin o a la URSS ni nombrarlos], pero desde que la caída del muro de Berlín descartó un pensamiento social ambicioso como era el pensamiento de los países del Este, pernicioso en muchos aspectos pero ambicioso, es la economía la que domina".
Romero, que tan indignado se muestra ante la "especulación financiera", no tiene ningún comentario que hacer ante esta afirmación. De hecho, cierra un documental con una frase contundente sobre el manifiesto: "Más allá de ser un grito de alarma, contiene la única salida posible: indignarse y actuar, recuperando los más viejos y nobles ideales del genero humano".
Pues eso, "los más viejos y nobles ideales del ser humano" le parecen a Informe Semanal los propios de alguien que califica de "pensamiento social ambicioso" al régimen más mortífero que conoció nunca la humanidad. Todo esto lo difunde TVE con mi dinero. Y me pide que me indigne. Pues le voy a dar una sorpresa: lo ha conseguido.