Según Félix Ovejero Lucas, profesor de Economía y Ética de la Universidad de Barcelona, "el derecho a huelga" es equivalente a "la decisión de los empresarios de abstenerse de invertir cuando se sienten perjudicados"; la huelga se ve como un chantaje pero parece que a nadie se le ocurre compararla con el correspondiente chantaje empresarial.
La falta de tal comparación seguramente se debe a que dicha equivalencia es inexistente, fruto tal vez de una imaginación calenturienta deseosa de defender al pobrecito trabajador y culpar al malvado empresario capitalista. Igual que un consumidor puede comprar, con su propio dinero, lo que quiera, cuándo, dónde y cómo quiera, un capitalista puede usar sus ahorros para invertir o no, se sienta perjudicado o no. La huelga no consiste en que el trabajador se niegue a buscar puestos de trabajo o rechace las ofertas que se le presentan: la huelga es un incumplimiento de los deberes contractuales que tiene cada empleado con su empleador; y es un chantaje, se lleva a cabo porque hace daño, por las pérdidas que causa al empresario al no poder producir y sin embargo tener que afrontar los costes fijos del capital inmovilizado que queda sin utilizar.
Los contratos generan derechos y deberes. Pero un ahorrador no tiene ninguna obligación contractual con nadie por la cual deba invertir; y el empresario no está obligado a contratar a nadie. No existe un derecho legítimo a la huelga: el hecho de que las constituciones lo reconozcan sólo refleja que es una intocable vaca sagrada al servicio de esas organizaciones liberticidas que son los sindicatos.
Respecto a la actual crisis económica y dado su poco rigor intelectual, no es extraño que Ovejero asegure que "se ha mostrado que lo del orden espontáneo es un cuento" sin ofrecer detalles de dicha demostración. Insiste mucho en la importancia de determinar causas y culpables, ser crítico e inquisitivo y tener coraje para decirles la verdad a los poderosos: lástima que dichas vaguedades y su pose rebelde y presuntamente informada no sean suficientes para estas importantes tareas.
Ovejero se limita a recitar listas de tópicos sin analizarlos en profundidad. Según él es común a la teoría económica "que toda la información relevante para tomar las decisiones está contenida en los precios y que, por ende, no existirían activos sobrevalorados"; no explica que la hipótesis de los mercados eficientes tiene diversos matices e interpretaciones, y tal vez no conoce la teoría austriaca de los ciclos económicos.
También cree que es "fabulosa" "la presunción de racionalidad de las personas sobre la que se levantan los modelos económicos"; como si todos los modelos económicos fueran iguales, no existiera el concepto de racionalidad instrumental acotada y las ciencias cognitivas y conductuales que estudian los sesgos de la razón y la emoción se hubieran descubierto ayer mismo.
Protesta por la abundancia de modelos que simplifican tanto que ignoran "la presencia de los bancos y las instituciones financieras", principales responsables de esta crisis. De nuevo le vendría bien un repaso de pensadores como Mises y Hayek. Si quiere algo más actual puede leer a Juan Ramón Rallo.
Ni siquiera acierta con los detalles al mencionar que los chinos se dedicaron a "comprar a lo loco valores derivados de la deudas hipotecarias". Los chinos han comprado sobre todo deuda soberana del Tesoro estadounidense; la deuda hipotecaria es el activo tóxico de la banca occidental.
Se preocupa por "la necesidad de controlar a los poderes políticos para evitar su entrega a los poderes económicos"; no se plantea la posibilidad de que si los poderes del monopolio de la violencia (que eso es el Estado) fueran muy limitados, tal vez nadie se molestaría en intentar capturarlos.
Como buen progre defiende "los derechos sociales, los sindicatos y hasta la democracia misma" que algunos osan atacar. Pero ¿no era bueno ser crítico e inquisitivo? Al parecer son cuestiones de justicia "el mantenimiento del poder adquisitivo, el derecho a unas pensiones dignas o a los festivos". Hay que seguir ganando lo mismo se haga lo que se haga y aunque los salarios excesivos causen paro y no sean competitivos por la escasa productividad; hay que cobrar una pensión abundante aunque no se haya aportado gran cosa a las pensiones de otros y el sistema acabe quebrando; y sobre todo disfrutar de los festivos, faltaría más, son una gran conquista social con la que todo el mundo está de acuerdo.
Termina Ovejero denunciando indignado "los excesos de unos recalcitrantes privilegiados que se resisten a ayudar a sus conciudadanos". Lástima que no los identifique, si es posible con menos aspavientos y más nombres y apellidos. Y es una pena que no entienda, siendo profesor de ética, que la ayuda exigida por la fuerza es algo poco ético.