Portugal ha añadido su petición al fondo europeo –constituido sin respaldo en los tratados– con cargo al que fueron rescatadas Grecia e Irlanda. Se ha iniciado el proceso de reforma de estos para impedir, ahora en serio, que los riesgos privados sean asumidos por el público, pero sólo a partir de 2013.
Entre tanto, no sólo países de fuera del euro, como Suecia, miran con curiosidad a los que no han adecuado el tamaño de sus Estados de Bienestar a sus ingresos, sino que dentro la reticencia a asumir los gastos del vecino es creciente. Pero el escándalo, para los bienpensantes, sigue siendo que la hormiga se niegue a ayudar a la cigarra. La culpa la tienen –¿no es obvio?– los que tienen sus cuentas saneadas y piden que sus préstamos o avales no sean a fondo perdido. Por supuesto, quienes dicen que la situación es mala son los responsables –fascistas, intolerantes, monstruos– y no los que la han generado. El mundo al revés. Como decía Orwell: hay que ser de la "intelligentsia" para creer estas cosas.
Para acabar de rizar el rizo, la inflación generada por la Reserva Federal americana ha obligado al Banco Central Europeo, en cumplimiento de su marco jurídico, pero sufriendo los insultos de la "intelligentsia" antes citada, a elevar los tipos de interés. Esto seca, todavía más, a unas economías carentes de capital, pero aún más necesitadas de crecimiento.
La decisión de romper los tratados para convertir el euro en una unión de deudores ha forzado a los contribuyentes de unos países a asumir las responsabilidades de otros Gobiernos extranjeros, casi todos ellos curiosamente socialistas, a los que no pueden echar a la calle. Por otro lado, los ciudadanos de los Gobiernos dispendiosos, a veces más dispendiosos que sus propios Gobiernos, se resienten de hacer reformas que no han votado. Y en estas estábamos cuando el ascenso de un partido político en Finlandia recuerda que la tendencia en Europa no es a la derecha, sino a la responsabilidad individual aplicable al Estado del Bienestar visto como un seguro sin efectos redistributivos y desincentivadores.
Puestos a volver a empezar, lo mejor hubiera sido enviar a Bernanke a sacar brillo a los lingotes de Fort Knox en lugar de a atizar el palo de la irresponsabilidad y la confusión de los patrimonios allá por 2008. Como no es posible, conviene asumir la obligación de reformar los Estados de Bienestar y dar aire a las empresas para generar riqueza. Podría hacerse por constatar que es lo apropiado, pero va a hacerse por una razón mucho más poderosa: no hay más remedio.
El socialismo real ha muerto, aunque se siga resistiendo en Cuba, y la socialdemocracia está a punto de desnucarse en la mayor debacle económica desde la II Guerra Mundial. Pero el socialismo, inasequible al desaliento, multiplica su propaganda para convencer de que sigue siendo el camino mientras hace, mal, lo contrario de lo que predica.