Conciliación, horarios a tiempo parcial, flexibilidad, trabajar desde casa... Todos estos conceptos son frecuentes en los discursos de políticos, periodistas y profesores. Parece haber un consenso en que es necesario aprovechar las nuevas oportunidades que ofrece la economía moderna para mejorar las relaciones laborales y hacer la carrera profesional más compatible con la vida familiar. Sin embargo, todo esto se queda luego en papel mojado cuando se analizan las estadísticas.
Esta misma semana, la OCDE ha presentado su informe Society at a Glance 2011, según sus resultados, los españoles están entre los europeos que más trabajan, con 276 minutos al día dedicados, de media, al trabajo remunerado (serían cuatro horas y 36 minutos). En la comparación con otros países de la UE, los daneses trabajan 225 minutos al día de media, los belgas 227, los holandeses 231 y los alemanes 232. Son cincuenta minutos de diferencia con Dinamarca, casi 300 horas de ocio que los nórdicos tienen de más sobre los españoles.
La lógica diría que con estas cifras las empresas hispanas deberían estar en muy buena posición para competir con sus rivales: si sus trabajadores están más tiempo en la oficina, deberían producir más en términos absolutos. Sin embargo, las compañías españolas están entre las menos exportadoras de los países ricos y son recurrentes los comentarios sobre la falta de productividad de la economía nacional.
En la foto final aparecen casi cinco millones de parados, muchos trabajadores enfadados porque tienen jornadas laborales eternas y la preocupación generalizada sobre quién educa a los niños que están solos en casa mientras sus padres trabajan. Tras tantos años dándole vueltas a la cuestión, parece que no hay solución posible. Pero hay algunas claves que pueden explicar qué ocurre y cómo se podría avanzar en la dirección correcta.
Tiempo en minutos/día trabajado en Europa (Fuente: OCDE)
Una importante razón detrás de ese horario de oficina tan habitual en España (de 9.00 a 14.00 y de 16.00 a 19.00) es cultural. Aunque a casi nadie le gusta, porque prácticamente no deja tiempo para la vida familiar, está asumido desde hace tiempo que ése es el horario normal para trabajar. Luego, cuando se escucha que alemanes u holandeses entran a las 8.30 y se van a casa en el entorno de las 17.00, tras comer en media hora o 45 minutos, muchos lanzan suspiros de envidia, pero en el día a día no se hace nada.
Sin embargo, no es sólo la tradición española la que empuja hacia este resultado. La legislación laboral también en este aspecto es decisiva, y no parece que vaya a cambiar con las próximas reformas.
Negociación colectiva y salarios variables
Lo primero que llama la atención cuando se estudian los datos es que España es el país con menor flexibilidad salarial e interna de Europa, tal y como explican los expertos de FEDEA. Lo primero se explica con el dato de que apenas el 4% de los españoles tienen un sueldo que varía en función de sus resultados. De esta manera, sólo uno de cada 25 trabajadores cobra una parte de su salario en variable.
Salarios varibles en España (Fuente: Fedea)
El modelo de negociación colectiva presente deja poco margen para actuaciones en este campo. La mayoría de los convenios permiten poco margen a empresas y trabajadores para ligar sueldo a objetivos. Evidentemente, esto tiene reflejo en la productividad (no se incentiva que el empleado aporte más a la empresa) pero también en las horas trabajadas. Muchas veces, la única manera de destacar ante los jefes es permanecer en la silla, delante del ordenador: si no hay otra métrica para medir el desempeño de los subordinados, muchas veces se tira de la más equívoca a la hora de decidir sobre ascensos, despidos y demás.
Despido y productividad
Aunque siempre se habla de la baja productividad de la economía española, lo cierto es que en los últimos años este indicador ha mejorado. El problema es que tampoco esto es una buena noticia. Si ha subido algo el ratio de producción por trabajador es simplemente porque se ha destruido mucho empleo. De esta manera, donde antes había 20, ahora hay 15 ó 10 trabajadores, que sacan un volumen de tareas algo menor, pero no tanto como para compensar la reducción de puestos.
De nuevo, la legislación laboral, defendida por las centrales mayoritarias, aparece en el horizonte. El mercado de trabajo español es dual, con una élite con muchos privilegios (indefinidos) y una infantería expuesta a la menor tormenta (temporales), por eso, las empresas se enfrentan a las crisis destruyendo empleo precario y haciendo que los fijos ocupen las tareas que antes hacían los temporales.
Nula flexibilidad
Además, como la flexibilidad interna es también nula, no se puede recurrir a soluciones habituales en otros miembros de la UE, como Alemania. En el país germano, es habitual que en épocas de dificultades las empresas opten por las reducciones de jornada o los turnos (desde pasar a 30 horas semanales con la correspondiente rebaja salarial o aplicar una semana de vacaciones al mes no cobradas para toda la empresa). Esto hace que el coste de la crisis se reparta, que no haya tanto paro (ahorro para las cuentas públicas) y que no acaben fuera del mercado laboral (quizás para siempre) muchos trabajadores. Otra vez, la negociación colectiva y el café para todos que ésta impone, dañan a quienes dicen proteger.
Por ejemplo, en Holanda, los trabajadores que disfrutan de un empleo a tiempo parcial de forma voluntaria rozan el 35% de la fuerza laboral. La legislación es allí flexible y permite este tipo de soluciones. En Alemania o Gran Bretaña la cifra está cerca del 20%. Mientras, en España, apenas se acerca al 7%.
Flexibilidad salarial e interna en las empresas (Fuente: Fedea)
Los resultados: más paro, más horas, menos sueldo
Sean cuales sean las razones históricas de todo lo anteriormente comentado, lo cierto es que sus resultados no pueden ser peores para los trabajadores españoles. Por un lado, soportan la tasa de paro más alta de Europa (el triple que en Alemania, por ejemplo); por otro, aquellos que conservan su empleo curran 300 horas más que daneses o belgas; y por último, los sueldos son más bajos que los de sus vecinos de similar cualificación. Con este panorama, es lógico que muchos españoles se pregunten, ¿para qué me sirve trabajar más que un alemán?