Tras el rescate de Portugal, aún por definir, ha quedado constatado con la creación del famoso Fondo de Rescate europeo ha sido un fracaso en toda regla. Y es que el citado plan ha incumplido claramente su principal objetivo, que no era otro que servir de muro de contención para evitar el temido efecto contagio de la caída de Grecia al resto de economías vulnerables de la zona euro.
El fallo, sin embargo, radica en la propia concepción del Fondo: por un lado, la crisis de deuda pública no es un virus que se transmite por el aire en función de la dirección arbitraria del viento sino que, muy al contrario, se trata de una enfermedad concreta y localizada que surge como resultado de diversos factores, tales como elevada deuda –pública o privada, o ambas a la vez–, falta de competitividad, estancamiento económico, paro creciente o una enorme crisis financiera. Dichas características están presentes, de una u otra forma, en Grecia, Irlanda, Portugal o España, e incluso de forma más atenuada en otros países miembros.
La cuestión es que, al igual que el cáncer, si éste no se detecta a tiempo y se trata de forma adecuada, la situación se agrava por momentos hasta el punto de tener que extirpar los órganos afectados o precisar de un complejo trasplante. En este sentido, España todavía no está fuera de riesgo ya que las recetas a aplicar no se han llevado a término de forma completa. Y ante tal escenario, cabe hacerse la siguiente pregunta: ¿y si cae España? El actual Fondo carece de capacidad para auxiliar al Estado español en caso de necesidad tras el desembolso realizado con Grecia, Irlanda y Portugal. Es por ello que en Bruselas y, sobre todo, en Alemania se sigan estudiando posible alternativas.
En los últimos meses, cabe destacar tres señales claras a este respecto. En primer lugar, el intento por parte de algunos países –entre ellos España– de ampliar y flexibilizar el actual Fondo puesto que, si bien está dotado con 750.000 millones de euros, en realidad apenas cuenta con una capacidad financiera de entre 250.000 y 300.000 millones, insuficiente para rescatar a España. Sin embargo, esta decisión se ha aparcado por el momento, tras varios intentos fallidos debido a las reticencias de Alemania. Así, en las cumbres europeas del pasado marzo se decidió, una vez más, posponer este tema hasta el próximo junio.
En segundo lugar, el Fondo Monetario Internacional (FMI) ha ido ampliando, poco a poco pero de forma constante, su capacidad financiera para conceder préstamos de emergencia a países en problemas. En la actualidad, este organismo ya cuenta con una dotación de 581.000 millones de dólares para este fin.
Por último, Berlín ya ha logrado imponer al resto de socios su particular plan de quiebra ordenada de países, si bien no entraría en vigor hasta 2013. Pero dada la sucesión de los acontecimientos es posible que su aplicación llegue antes de lo previsto. No obstante, a finales del pasado año, Merkel insistía en la necesidad de imponer cuanto antes las temidas quitas a los acreedores. Las voces en contra del rescate de países crecen sin parar dentro de Alemania, y no sólo en la población sino también entre los expertos.
De hecho, el prestigioso instituto IFO apuesta firmemente por esta salida. En un reciente informe se opone al actual sistema de rescates ilimitados y aboga por la imposición de quitas parciales (suspensión de pagos) dentro de la zona euro. "Buscamos un sistema que proteja contra la insolvencia, sin que degenere hacia un seguro a todo riesgo sin franquicia". De este modo, está claro que la paciencia de las grandes potencias europeas se agota, y ante la ineficacia de los rescates aprobados cada vez es más evidente que el seguro a todo riesgo pronto llegará a su fin.