La única manera de escapar de esa trampa, que podría terminar en un rescate financiero, con las consecuencias trágicas que está teniendo para Grecia e Irlanda –en menor grado– y que también afectará a Portugal, es hacer las reformas que necesita la economía española. Que es bien diferente de decir que ya se han hecho, como repiten los portavoces de la Unión Europea, el FMI y el Gobierno de Rodríguez Zapatero y Pérez Rubalcaba. Un plan sencillo, pero políticamente difícil:
- Reducción acelerada de gastos públicos innecesarios: Desde inversiones públicas a excesos de transferencias a todo tipo de empresas, entes o fundaciones públicas o semipúblicas.
- Acelerar la recapitalización de las cajas de ahorro: No podemos esperar otros dos años a que el sistema financiero genere los recursos que necesita a costa de reducir el crédito a las empresas y familias solventes que pudieran solicitarlo.
- Reformar la negociación colectiva, eliminando la ultraactividad de los convenios, eliminando la obligatoriedad de que una empresa tenga que integrarse en un sector determinado y cumplir el convenio, sectorial, provincial o nacional que le corresponda. Cada empresa tendría que negociar su convenio con los representantes de los trabajadores en esa empresa.
- Prohibir la financiación pública de los sindicatos y de la CEOE, tanto a nivel estatal como autonómico, provincial o local.
- Fijar por ley un límite al gasto de las autonomías; lo que es perfectamente constitucional en contra de lo que ha afirmado recientemente el presidente Rodríguez Zapatero.
- Llevar a cabo una reforma fiscal que reduzca las cotizaciones sociales y el impuesto sobre sociedades, al tiempo que incrementa el tipo del IVA y el de las rentas del capital.
En mi opinión, sólo si se hacen todas esas reformas, rápida y simultáneamente, será posible que la economía española vuelva a crecer más del 2% a partir del 2012. Y si no crecemos seremos incapaces de cumplir con los objetivos de déficit público acordados con la Unión Europea y el FMI. El rescate sería inevitable y la crisis que se produciría afectaría no sólo al euro sino a la estructura política y económica de la propia Unión Europea.