España llegará a 2015 con una tasa de paro superior al 16%. No es la previsión de ningún servicio de estudios especialmente pesimista, ni el augurio de un político de la oposición, ni siquiera un análisis de una publicación extranjera un poco alarmista. Es la cifra oficial que este miércoles ha ofrecido el Gobierno en la presentación de las Perspectivas Macroeconómicas para los próximos ejercicios.
El problema es que una cifra del 16% al comenzar 2015 (ahora mismo es del 20,3%) nos sitúa en una previsión por encima del 10% en 2020. Y eso en el caso de que la economía consiga mantener un ritmo de crecimiento apreciable, algo que, viendo el resto de pronósticos de Salgado, tampoco está asegurado.
En Europa, ahora mismo, tras tres años de crisis económica, el paro medio está en el 9,6% (hay países que siguen con una tasa en el entorno del 5%). En España, sin embargo, el desempleo es el gran problema estructural de la economía. Desde comienzos de los años ochenta no ha bajado del 10%, salvo en un breve período de tiempo entre 2004 y 2007. Desde que llegó la crisis, el espejismo se diluyó: ahora, perder las dos cifras parece casi ciencia-ficción.
Tres décadas, tres gobiernos
La tasa de paro comenzó la década de los ochenta en el 12,4%. El último gobierno de la UCD entregó a Felipe González una economía en descomposición, con un mercado laboral en coma, que llegó a superar el 21% en 1984 y 1985. Aquel Gobierno socialista impulsó algunas reformas, pero nunca logró reducir el desempleo por debajo del 16% en 1990. Además, aquel nivel desapareció rápidamente y en 1996, cuando Felipe González dejó La Moncloa, el paro llegaba al 21,6%.
El Ejecutivo del PP ha sido el único, en estos treinta y cinco años de democracia que ha dejado una tasa de desempleo (muy) inferior a la que se encontró. Así, de ese 21,6% con el que acabó 1996, se pasó al 10,6%, casi la mitad, que se encontró José Luis Rodríguez Zapatero cuando llegó al poder. Seguía siendo un nivel elevado, por encima de la media de los países de nuestro entorno, pero durante algunos años pareció que el desempleo estructural por encima del 15% podía dejar de ser una característica maldita de la economía española.
De hecho, esta ilusión se mantuvo en los tres primeros años en el Gobierno del político leonés. De 2005 a 2007, el paro cerró por debajo del 9%. Sin embargo, el estallido de la burbuja inmobiliaria destrozó todas las previsiones y hoy, con la Encuesta de Población Activa (EPA), en el 20,3%, el cartel con el que José Luis Rodríguez Zapatero se presentó a las elecciones prometiendo el pleno empleo parece más una broma.
Y la pregunta es ¿cuándo volverá España a acercarse a ese 10% que marca el nivel del primer mundo? Con un ritmo de creación de empleo como el de la primera legislatura del PP, harían falta al menos seis años más para conseguirlo. Y las perspectivas dicen que el crecimiento económico no será tan robusto al menos hasta 2014.
Las reformas pendientes
Con una imagen tan oscura, cualquiera apostaría a que tanto el Gobierno como la oposición competirían en la presentación de propuestas que ayudasen a cambiar el signo de la pendiente. Pues bien, ni una cosa ni la otra.
El Gobierno ha anticipado dos reformas en la legislación del mercado de trabajo: la propiamente llamada reforma laboral y la de la negociación colectiva. Sin embargo, en ambos casos el texto final se aleja mucho de lo anunciado en un principio. Así, las causas de despido objetivo siguen en manos de los jueves, lo que encarece la contratación, aumenta la incertidumbre de las empresas al firmar a un nuevo empleado y mantiene la estructura dual del mercado laboral (entre los fijos, muy protegidos, y los temporales, carne de cañón de cualquier pequeña crisis).
Por otro lado, el diálogo se mantiene en el tema de la negociación colectiva. Pero todo apunta a que mantendrá el poder sindical y de la patronal, al mismo tiempo que se dificulta que cada empresa pueda organizar su fuerza laboral como mejor crea conveniente. El resultado: un mercado esclerotizado y con una rigidez propia del tercer mundo.
Más reformas
Además, tampoco se plantean recortes importantes en las cuotas a la Seguridad Social (que encarecen el trabajo remunerado, alientan la economía sumergida y dañan la competitividad), una fuerte rebaja del Impuesto de Sociedades (de los más altos de la UE) o hacer más sencillos los requisitos necesarios para crear una empresa (España es uno de los países del mundo en el que más complicado es abrir una nueva compañía).
Es decir, nada de aquello que podría facilitar la creación de puestos de trabajo se plantea en serio. Las palabras "liberalización del mercado laboral" no están en la agenda política. Y las posibilidades de que los años entre 2010-2020 no sean la década perdida del empleo en España se esfuman. No tendría por qué ser así...